Tengo muchas
ganas de que llegue el verano.
Para mí es
muy importante el sol y el buen tiempo, entiendo que haya personas que
prefieran el frío, por eso hay cuatro estaciones.
Soy de primavera-verano.
Soy de primavera-verano.
Vivo en un
pueblo costero del sur y aquí nos
reunimos en la playa con los niños.
Hay
columpios, arena, agua, disfrutan ellos
y disfrutamos nosotros también, llegamos cansados, contentos y morenos a casa.
Durante la
semana por motivos de trabajo vamos un ratito o no vamos pero el fin de semana
jornada completa.
Los
atardeceres en la playa son maravillosos.
Aquí entra
en juego mi hija, tiene tres años, habla castellano a media lengua,
chapurrea en inglés o francés saludos y
cuatro cosas que se ha aprendido y otras cuatro que se ha inventado.
Nada más
llegar a la arena, deja su toalla, deja su mochilita, se quita la ropa y
empieza a saludar de punta a punta a todo aquel que se encuentre en su camino.
Hoy ha
decidido recoger conchitas de la playa y pintarlas con acuarelas que se ha traído
para jugar.
A su manera
le están quedando bien.
Según se van
secando las va metiendo en una bolsa que
ha vaciado previamente.
¡De repente
no la veo! ¡De repente la veo sentada en la orilla enfrente! ¡De repente la veo
rodeada de gente!
¡La ha
pasado algo! ¡CORRO!
No, ni mucho
menos, gracias a dios, mi hija…
¡Está vendiendo las conchas que ha pintado!
-Mama tengo
dinerito… (Con esos ojos como platos y ese pelo rubio con mechas platino y tostadita por el sol…)
-Mama lo que
tiene es un susto de muerte.
Sin saber
que decir, ni a quien devolver el dinero o no devolverlo (mi hija ha ganado casi tres euros), doy las gracias
a diestro y siniestro, en todos los idiomas que se también (gajes de vivir
en la costa).
Cuando nos quedamos las dos solas…
HABÍA UNA VEZ
Una niña que
se llamaba CHAROL le gustaba mucho la
playa y los colores.
Todo el
mundo la quería mucho porque era muy simpática.
Cuando salía
por la mañana de su casa decía buenos días en casi todos los idiomas…
-Good
morning (en inglés)
-Bonjour (en
francés)
-Buongiorno
(en italiano)
Se ponía el
bañador y se iba a jugar a la arena, le gustaba correr las olas, coger
conchitas de la orilla y devolverlas al agua.
No se las
quedaba.
Hablaba un
rato con ellas, porque a Charol le gustaba mucho hablar, les preguntaba qué tal
su familia, si tenían hermanos, si estudiaban en el cole, de que playa lejana
venían y todo los que se le ocurriese preguntarles…como se llamaban… ¿no se?...
Pero luego
con mucho cuidado las volvía a meter en el agua para que volviesen a su casa.
Un día que
Charol, que entre otras cosas también era muy presumida, se estaba pintando los labios con brillo de
sabor de fresa, una conchita del agua la vio.
-Charol
¿puedes pintarme a mí los labios?
- Pues… la
verdad (dijo Charol), es que no me importaría, pero no sé dónde tienes los
labios. ¡Tengo una idea!
Cogió
acuarelas y pinto de color de rosa a la concha.
Al día
siguiente cuando volvió a la playa como todos los días, en la orilla la
esperaban tres delfines.
Charol se
asustó un poquito, pero era valiente y pregunto:
-¿Qué queréis?
Me llamo Charol y no hablo el idioma de los delfines.
-No importa,
nosotros hablamos el tuyo (dijeron los tres a la vez).
Los delfines
le contaron que necesitaban ayuda. La playa durante el invierno no la cuidaba
nadie y el mar tenía la enfermedad de la tristeza.
Estaba perdiendo el color.
Los animalitos marinos eran solo grises y parecían todos iguales.
Habían visto
a Doña Concha de color rosa y estaba muy guapa y pensaban si podía Charol
pintar a todos de colores para hacer la playa más alegre.
Ni corta ni
perezosa, llamo a sus amigos y con las acuarelas pintaron a cada uno de un
color.
Los peces
plata.
Los
caballitos de mar azules.
Otros peces
dorados.
Las
conchitas según el tamaño, rosas, naranjas, moradas, amarillas,…
Las algas
marinas también las pintaron de
diferentes verdes…
A aquellos
que no habían perdido tanto color les dieron una capita de brillo para que
luciesen más, como a los delfines que quedaron muy contentos.
Tardaron
varios días pero la playa quedo preciosa y muy colorida.
Todos
siguieron viviendo en la playa y en el agua, nadie pensó en venderlos aunque la
verdad es que eran muy bonitos, pero esa era su casa y ahí debían de vivir para ser felices.
Mi hija se ha levantado y devuelto las conchitas al agua.
-Están
todas, mama, solo me han pagado por pintar, no se han llevado ninguna.
Vale, esta va a ser una de las muchas veces que mi hija
me va a dejar sin palabras.
FELICES
SUEÑOS
Precioso cuento luna!
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