Mis hijos
crecen como la mala hierba.
Pues bien llevo la lista de lo más esencial que he visto
que faltaba en el armario, porque se
había quedado pequeño, porque estaba muy usado o porque simplemente ya no
estaba, para no pasarme mucho del presupuesto, que aun así lo haré.
-
Mira
esto que mono… mira esto que barato… esto le queda muy bien con esto otro… Y al final de cuatro cosas pasamos a ocho o a
diez ¡inevitable!
Entre este
tira y afloja conmigo misma y con mi cartera, no veo a mi hijo Yago.
De repente
oigo a una señora, un poco más adelante chillar…
- - ¡Dichoso
niño este!
Ahí está mi
hijo.
Yago con
seis años tiene la costumbre de ponerse
entre los maniquís de las tiendas de ropa, como uno más, es decir, estático,
inmóvil como un MIMO experimentado, y cuando pasa alguien y se le queda mirando
por la ropa o por cualquier otra cosa que se mire a un maniquí, le saluda.
- Buenas
tardes ¿Qué tal esta?
Imaginaros
el susto, que puede llevarse cualquiera que de repente le hable un muñeco.
Le reprendo,
le digo mil veces que eso no se hace, pero sabéis una cosa…
Lo hace GENIAL…
Esta mal que lo diga, lo sé, porque a veces pienso que cualquier día a alguien le va a
dar un ataque serio.
Voy a por el
niño, pido mil disculpas a la señora, que no sabe, a toro pasado, si reír o
llorar y salimos del comercio a tomarnos un helado.
Ya sentados
en la mesa de la heladería.
HABÍA UNA VEZ
Un niño que
era muy travieso y mal hablado.
Harta su familia de esa situación se reunieron y decidieron no hablarle durante un tiempo, pero también
decidieron durante ese mismo periodo permanecer estáticos como muñecos cada vez que él estuviese cerca.
Y así lo
hicieron…
Por la
mañana Berto (que así se llamaba el
niño) se levantó, fue a la cocina y se encontró a todos paralizados delante del
desayuno, no se movía nadie, ni un pelo, ni una palabra, nada de nada…
- - Buenos
días, ¿Qué pasa estáis tontos? ¿Se os ha comido la lengua el gato?
Nadie
contestaba, nadie gesticulaba ni un músculo…
Parecía que
se había parado el tiempo, preocupado viendo la situación salió a la calle y
observo que estaba todo igual ¡ESTÁTICO! ¡NO HABÍA MOVIMIENTO!
Los coches,
las personas, los animales, las hojas de los árboles, las nubes… todo, no se movía nada.
Ahora sí que
estaba asustado de verdad.
Chillaba y
daba igual, pataleaba y daba igual,
decía palabrotas y daba igual… nadie le
hacia el menor caso… termino agotado.
Volvió a su
casa después de un largo recorrido sin ninguna respuesta y allí todo seguía
igual, solo que habían cambiado de sitio de la cocina al salón, estaban sentados en el
sofá, pero todo igual.
Era muy
tarde y estaba muy cansado, había tenido un día nefasto y solo quería tumbarse
en la cama. Se quedó dormido y soñó.
Soñó que él
tampoco hablaba ni se movía, que también era un maniquí, no le gustaba nada ser
un maniquí, él quería moverse.
Sobresaltado
se despertó y al lado de su ventana se encontró a Don Mimo.
Don Mimo era
un señor fantástico, con la cara pintada de blanco, los labios rojos, unas
cejas negras muy marcadas , una camiseta blanca y un pantalón negro con
tirantes, guantes blancos,sombrero, no se le podía calcular la edad, dibujaba una sonrisa enorme en la cara,
mirando a Berto.
Bien,
pensaba, no hablaba pero se movía.
Le
observaba, le gustaban sus movimientos lentos y suaves.
Admiraba
como era capaz de entenderlo sin hablar, parecía imposible, ¡le entendía todo!
Don Mimo le
llevo al salón y le enseño a acariciar a su mama, a besar a su abuelita a jugar
con sus hermanos, todo con gestos sin una sola palabra, los movimientos de su
cuerpo eran medidos y muy elegantes, y Berto le imitaba como si lo hubiese
practicado toda su vida.
Berto y Don
Mimo salieron a la calle, hicieron de árbol, regalaron flores imaginarias,
aprendieron a llorar, a reír, a cantar, a bailar, a correr sin correr, una de las cosas que más
le gusto a Berto, y en cada actuación
que hacían los maniquís recobraban vida, así hasta que todos volvieron a
ser realmente humanos otra vez.
Don Mimo
llevo a Berto a su casa, en esta última representación le explico con su mímica
que debía de utilizar su corazón para hablar y dejar que hablase a través de
su cuerpo.
- El
cuerpo tiene la voz más bonita que la boca.
Le dijo Don
Mimo a través de sus gestos.
Don Mimo se
fue y Berto se durmió.
Por la mañana,
se levantó, fue a la cocina y se encontró a todos paralizados delante del
desayuno, no se movía nadie, ni un pelo, ni una palabra, nada de nada…
Déjà vu,
tenía la sensación de haber vivido esto antes. Nadie
contestaba, nadie gesticulaba ni un musculo… Todo había sido
un sueño, era el mismo día. Pero esta
vez no insulto, ni dijo palabrotas, no abrió la boca…
Puso una sonrisa enorme la más grande que
tenía, y bailo, lloro de la cocina al salón, canto mudo del salón al pasillo, mientras lo hacía miro
por la ventana y vio que el mundo en la calle seguía como siempre ¡VIVO!, no
como en su fantasía, lo que le tranquilizo bastante.
Lo hizo todo
tan bien y con tanto estilo que cuando termino, todos, su familia al completo, sin
poder resistirse, aplaudieron a rabiar.
De ahí viene
la expresión de:
- - Calladito
estas más guapo.
Hemos
terminado de comernos los helados y Yago que a veces habla como si le
hubiese poseído su abuelo…
-Un cuento
muy instructivo, por eso practico lo que aprendo en las clases de teatro en
la calle, con público de verdad, porque en casa no reaccionáis de la misma manera.
Perfecto, a
partir de ahora salgo a comprar sola, ya se lo probare cuando llegue.
Por cierto, también acabo de
tener un DÉJÀ VU, creo que fue mi hijo Yago el que hace años ideo MANNEQUÍN CHALLENGE.
FELICES SUEÑOS.
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